sábado, 22 de marzo de 2014

Cuenta tus victorias... y no olvides las derrotas.


El ensayista, novelista y, gran Maestro, José Saramago afirmaba:  "La derrota tiene algo positivo, nunca es definitiva. En cambio la victoria tiene algo negativo, jamás es definitiva".
Nuestra sociedad tiende a inculcarnos, desde pequeños, que debemos enfocarnos en nuestros logros, en conseguir la meta, en disfrutar de la victoria.
Pero ya nos alertaba Saramago... la relatividad de los hechos de la vida. Una victoria es gratificante, alentadora, nos motiva a seguir la consecución de otras metas, pero debemos tener presente que no es definitiva. Una vez logrado ese objetivo puede decaer o simplemente deberemos seguir empleando energía para mantenerlo, así como contratar aún más para lograr objetivos aún más altos.
Y así como la victoria no es definitiva, tampoco lo es la derrota ¡por suerte!
Ésta última es una gran aliada nuestra porque, como bien se conoce la frase de Nietzche, "lo que no me mata, me hace más fuerte". Es una piedra en el camino que nos permite detenernos, reflexionar, tomar distancia con la situación para no implicarnos y perder objetividad, hacer acopio de nuevas fuerzas y retomar la ruta que nos habíamos fijado. Quizá sea una oportunidad para releer las señales del camino, para enderezar alguna que otra flecha torcida, secarnos la transpiración y limpiar las suelas de los zapatos, para continuar renovados el resto del camino.
¿Cómo ha sido tu historia con las derrotas? ¿Cómo lograste resignificar una derrota en una victoria? 
Anímate a poner por escrito, en breves frases, tu historia, real o inventada, sobre la resignificación de las derrotas personales. 
Envíalo a anamartinezeguren@gmail.com y, manteniendo siempre tus datos personales en el anonimato, luego lo colgamos al blog, ¿te parece?
Compartiendo nuestras palabras nos enriquecemos a nosotros mismos y al mundo que nos rodea, dejando una huella de sentido en quien nos lee. ¡Gracias!

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